Mónica Wills Silva
Director, International Programmes
Un día después de su posesión como Presidente de Colombia, Gustavo Petro y su Ministro de Hacienda José Antonio Ocampo presentaron en el Congreso Colombiano una reforma tributaria que incluye un impuesto a las bebidas azucaradas y a los alimentos ultraprocesados. El gobierno espera que el impuesto tenga efectos, en primer lugar, sobre el consumo y la salud (con su correspondiente gasto público) y, en segundo lugar, en el recaudo tributario.
El cambio de comportamientos, tanto de productores como de consumidores, está en el centro de este debate. ¿Será que los consumidores van a reemplazar estos alimentos por otros? ¿Qué opciones tienen disponibles? ¿Los productores reducirán, acaso, el contenido de azúcar en sus bebidas? ¿O pagarán más impuestos y alterarán sus precios?
En 2016 nos hacíamos preguntas similares tras el anuncio del impuesto a las bebidas azucaradas en el Reino Unido. Algunas reflexiones y recomendaciones sobre lo que hemos aprendido hasta ahora:
Esta clase de impuestos puede estimular la reformulación de las bebidas y aliviar así la carga sobre las decisiones individuales de los consumidores. No se trata solo de tasar unos productos para aumentar el recaudo, sino de diseñar en detalle un mecanismo que conduzca a una oferta de productos más saludables y nos facilite la toma de decisiones. De aprobarse la ley, los productores tendrán en sus manos la decisión de crear productos diferentes y darle a los colombianos alternativas para elegir mejor.
Director, International Programmes
The Behavioural Insights Team
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